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Escritos

 

Remedios del trópico

 
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Desde que tengo memoria todas mis vacaciones de la escuela, semanas santas y fines de semana largos fueron en el mismo lugar: Sámara. Durante mucho tiempo pensar en Guanacaste era pensar en la casa con techo de paja de mi abuela, frente al mar y con lo esencial para sobrevivir la temporada playera. 

Nosara era una de las tantas playas cerca de ahí, pero que difícilmente visitábamos; en realidad casi nunca nos movíamos del pedazo de playa frente a la casa. Mi familia insistía en que no había nada para ver allá. Enamorados de Sámara, no se nos ocurría pensar en ir a otra playa.

A pesar de estas ideas impuestas, desde hace un tiempo tengo gran curiosidad por este lugar, quizás porque todos aquellos que van quedan enamorados de él, y muchos inclusive terminan quedándose por largo tiempo. 

Pero creo que lo que realmente me llevó ahí fue una mezcla entre la intuición (les explico más adelante) y las ideas que tenía en mi mente que alguien, o tal vez yo misma, me había vendido de forma muy convincente. En todo caso, fuí. 

A partir de mayo, Costa Rica se empapa, los cielos despejados son cada vez más escasos y la magia del invierno llena hasta el último rincón. De camino a Nosara iba abrumada de tanto verde. Mi recuerdo de la última vez que fui era de un lugar seco, lleno de polvo y muy caliente — imagen bastante alejada de como suelen mercadear el trópico. 

Con la llegada de las lluvias surge una transformación del paisaje. Sale a escena la mejor atmósfera en la que uno se pudiera imaginar estar presente. Era el escenario perfecto, necesario en este punto de mi vida. 

 
 
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Volviendo a la intuición: Desde febrero me he dedicado a recuperarme de una operación de cadera que me obligó a bajar las revoluciones. En resumen, me quebró en mil pedazos. Me permitió sanar más que un par de huesos, y sobretodo fue un espacio para tener conversaciones difíciles (y confrontarme) conmigo misma. 

El fin de semana llegó como el respiro perfecto para comenzar el cierre de este proceso. The Harmony Hotel fue el lugar que me reintrodujo a Nosara, siendo desde mi perspectiva más que un hospedaje una muestra de la esencia de esta paraíso. 

No quiero dar muchos detalles sobre el Harmony, pues creo que es un lugar que se debe experimentar en carne propia y con todos los sentidos. Su magia está no en lo que vemos, sino en cómo nos hace sentir el espacio. Imaginen un taller para el alma, con una amplia oferta de herramientas para estimular el espíritu, desconectarse de la rutina, y ayudarnos a reconectar con lo que realmente es importante, nosotros mismos. 

Al igual que en una exposición de arte, la experiencia que se vive en el Harmony es el resultado de una cuidadosa curaduría. Hasta el último detalle es planeado, sin embargo todo parece ser natural. Inmerso en la naturaleza y marcado por la simpleza de su diseño, está articulado por caminos que exploran distintos espacios y que terminan por reencontrarse en La Tiendita, el corazón del lugar.

Durante este fin de semana aprendí sobre significado y propósito, y cómo estos dos serán siempre el corazón de cualquier proyecto que decidimos iniciar. Harmony comenzó como una corazonada: Nosara era tan significativo para los dueños que sintieron la necesidad de construir algo especial ahí. Cada detalle que se ha añadido en los últimos 12 años tiene una razón de ser, responde a las pequeñas necesidades que surgen día a día. No se si los dueños imaginaron alguna vez en lo que se convertiría su proyecto, ni siquiera en sus sueños más locos. 

Lastimosamente, muchas veces no nos damos cuenta del potencial que tenemos para generar un impacto y transformar la vida de otros. La mayoría de las veces aceptamos las cosas tal y como son, o como siempre han sido, pero esta experiencia me enseñó que debemos estar dispuestos a ir más allá, a atrevernos a buscar y a provocar el cambio. Estas personas (y sus proyectos) se han convertido en actores claves para la zona, están re-diseñando los comportamientos culturales, potenciando la comunidad y construyendo un entorno de manera consciente, transformando en comunidad modelo al viejo Nosara del que me familia siempre hablaba. 

Nosara, al igual que otros lugares a los que fui en los últimos meses, llega en el momento preciso, enseñándome las lecciones exactas que necesitaba aprender. Costa Rica, mi trópico querido, del cual estaba desesperada por escapar, me ha dado el elixir para sanar, enseñándome que huyendo no es cómo se superan los miedos y dolencias. Al contrario, es aquí donde se encuentran las respuestas que tanto hemos buscado. 

 
 
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Durante este fin de semana aprendí sobre significado y propósito, y cómo estos dos serán siempre el corazón de cualquier proyecto que decidimos iniciar.
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Laura Escobar