Soltar. 2017.
Aprender a soltar es de las cosas más difíciles en la vida, pero de las pocas que tenemos absoluta certeza que debemos hacer.
Después de seis meses viviendo fuera de mi casa, de mi país, vuelvo. Mi primer encuentro con mi cuarto y todo lo que he acumulado en los últimos 27 años (que no fue necesario ni cerca de esencial para sobrevivir a los pasados meses fuera) me reciben como prueba de que aunque a veces cueste he aprendido algo sobre ir soltando.
Irse nos enseña la gran capacidad que tenemos para soltar y adaptarnos a vivir con menos. Con esto no me refiero únicamente a lo material, sino a todo. Tenemos la capacidad de soltar una vida que hemos construido por años y tomar una nueva rápidamente.
Nos apegamos a las cosas, a las personas, a los lugares, a quienes solíamos ser y no nos damos cuenta que esto no solo nos impide avanzar sino que nos encierra en nuestra propia cárcel, donde la nostalgia de lo que una vez fue, de lo que ya no podemos mantener atado, nos seguirá persiguiendo hasta que hagamos lo inevitable: soltar.
Sin importar cuales sean las razones que nos mantienen atados a estas personas, lugares, trabajos, objetos, no hay nada más liberador que deshacernos de todo, y una vez que lo logramos, estaremos listos para disfrutar plenamente de lo que sea que se cruce en el camino.
¿Pero cómo dejar ir sin adquirir otras cosas que intentamos utilizar para llenar estos vacíos de lo que ya no está y volver a caer en lo mismo?
Mientras estuve fuera creí haberme liberado de todo, pensé que había llegado a un punto donde había sanado lo necesario y había encontrado un equilibrio difícil de quebrar. Fue hasta que volví que me di cuenta que había llenado estos vacíos con otras cosas, y ahora que ya no estaban mi equilibrio había desaparecido.
Cuando entendemos que nada nos pertenece ni nosotros a nadie, que todo viene y va, que la vida cambia en un segundo y que no debemos estar atados a nada, podremos disfrutar plenamente de lo que estamos viviendo, y cuando se acaben estaremos tranquilos porque no solo lo habremos aprovechado al máximo sino que estaremos listos para aceptar que ya no está.
Dejaremos de tener miedo de lanzarnos a hacer las cosas, por qué el único riesgo va a ser la posibilidad de perderlas y eso ya lo sabíamos antes de comenzar.
Cuando soltamos no le estamos dando libertad a lo que teníamos amarrado sino a nosotros mismos.
¿Cómo hacerlo?
Hoy todavía no puedo decir la manera, solo sé que yo comencé por limpiar mi closet, luego cortar mi pelo, y sobre todo me permití vivir los procesos necesarios. Me quebré en mil pedazos, intenté pegarme, solo para volver a caer una y otra vez hasta lograr liberarme de todo.
Fui buscando llenar los vacíos con tiempo que dediqué a mi misma, a lo que más disfruto, a pequeños y simples detalles que alimentan el alma, y por consecuencia tranquilizan la mente y hacen crecer el corazón. Todavía no termino, apenas comienzo. Voy soltando una a una las cosas a las que me aferraba, perdiendo el miedo de lo que va a pasar mañana porque por ahora solo tengo prestado el presente.