La Magia de Transportarse
Los traslados.
Aunque la tecnología nos ha hecho creer que podemos tener control de todo, desde el tiempo de viaje, las paradas obligatorias, las rutas, el clima y demás, el camino brinda esa hermosa variable de poner en el medio toda clase de eventos inesperados, que hacen que estos recorridos se conviertan en aventuras que se construyen minuto a minuto.
Viajar solo.
Vueltas de la vida me han llevado a viajar en Pulmitan de Liberia muy a menudo. Al principio confieso que me subía al bus arrastrando los pies de la pereza y cada 5-7 minutos revisaba el reloj para saber cuánto faltaba. Era una tortura.
Con el tiempo, y cada vez mejor preparada para el viaje, me di cuenta que este era uno de los pocos espacios que tenía solo para mí, donde al estar limitada a no poder hacer mucho, me obligaba a reflexionar y pensar sobre cosas que en la rapidez de la vida siempre terminamos posponiendo. No es que haya descubierto el agua tibia en esas conversaciones conmigo misma, pero definitivamente nacieron nuevas ideas, se aclararon zonas nubladas importantes y descubrí mucho de mi misma.
En todo lo anterior no les incluí lo maravilloso y estimulante que puede ser un viaje en Pulmi. La variedad de gente e historias que viajan juntas durante 4-5 horas, es más que suficiente para conocer muchas caras de este país en el que vivimos, y lo mejor, todos viajamos como iguales.
Ya después les contaré en detalle mis descubrimientos de la Costa Rica del siglo XXI viajando en Pulmitan.
Por otro lado, pienso que los carros también han sido testigos de un sinfín de cosas sobre nosotros, pues en muchas ocasiones el camino hacia algún lugar ha sido el refugio para explotar de la cólera, llorar de la emoción o de tristeza y hasta reírnos de nosotros mismos. He tenido de las mejores conversaciones y hasta las más confidenciales ahí mismo! Cuando pensamos en vender el carro en el que aprendí a manejar, comencé a andarlo con nostalgia y nudo en la garganta, pensando cómo este me había visto crecer a lo largo de diferentes etapas (si, es sólo un carro, yo sé). El dicho debería ser: si los carros hablaran, no las paredes.
Viajar acompañado.
Paseos familiares, de amigos, viajes de trabajo. Muchas veces nos ha tocado compartir el carro, bus, avión, con otros conocidos cercanos y no tan cercanos. Lo cierto, es que en una atmósfera limitada, pequeña, dónde no hay mucho que hacer, nos vemos obligados (maravillosamente) a compartir.
El camino es inevitable. No queda de otra más que estar ahí, y aunque a veces solo se trata de ir en silencio escuchando la música, estamos compartiendo, aguantando el escándalo del otro o descubriendo lo mucho que tenemos en común con alguien.
¿Cuántas veces el camino no ha sido de lo mejor de un viaje? ¿El elemento revelación?
Comenzamos a contar historias que se activan desde los lugares por los que vamos pasando, lo que va apareciendo, y sin darnos cuenta, comenzamos hablando de un árbol en flor y terminamos debatiendo sobre el origen de la vida y el futuro de los seres humanos. Así es como el camino transporta no solo al cuerpo sino a la mente.
Como dije, es inevitable. Una vez que iniciamos un viaje no queda más que disfrutar del camino y dejar que el destino llegue a su propio tiempo.